(Extracto)
(...)
Cómo era realmente
Adolf Hitler es uno de los
personajes más extraños de la historia conocida sobre la tierra. Si sobre Jesús
se ha dudado que alguna vez haya nacido, sobre Hitler hay dudas de su muerte. Si
del primero no existen testimonios históricos comprobados, fuera de la leyenda
evangélica, que, de un modo u otro se encuentra dentro del grandioso edificio
construido por Pablo, quien nunca le viera en 'carne y huesos', sobre Hitler
existen testimonios aún vivos de quienes le observaron y tocaron. Además, hay
millones que pudieron contemplarle en el cine, admirándose de su extrañísima
apariencia, de su imagen desconectada, como de otro planeta.
Durante mis diez años en
India, vi yogas, místicos, magos, hombres fuera de lo corriente, pero todos
ellos semejaban a los humanos. Aún mi Maestro era 'humano, demasiado humano'.
Hitler no. Era sobrehumano, o inhumano. No era de aquí. Mi primera impresión la
tuve hace muchos años, al encontrarme de pronto, en una vitrina de una calle
céntrica de Santiago, con una foto de Hitler. Llevaba capa y su actitud era tan
poco natural, más bien ridícula, con una mirada intensa, como tratando de
impresionar a alguien, a un mundo desconocido, extraño a él. Tenía bigotillo
pegado sobre el labio superior y las manos se crispaban una encima
de la otra; tieso, como palo
de escoba, para usar la expresión de C.G. Jung, quien le comparaba a un
espantapájaros. Mi primera impresión fue así de rechazo, desagradable y
risible. De seguro, como la habría experimentado Pablo si en su caso hubiese
existido la imagen, si también le hubiera visto. Después, todo cambia, ya no se
sabe más, todo se transfigura.
Aquellos que estuvieron con
Hitler, como Otto Slorzeny, Leon Degrelle, Hanna Reitsch y otros, con quienes
he conversado, mantienen impresiones contradictorias, haciéndonos ver que nadie
le conoció verdaderamente (salvo Rudolf Hess, quizás), porque a cada uno se le
presentaba de modo diferente, guardando
celosamente su secreto. Excepción hecha de mi Maestro, quien le viera en
astral, donde nadie puede ocultarse ni disimularse.
Y su impresión ya la hemos
descrito: Un ser de voluntad de acero, un vehículo de un rayo de otro mundo, de
una energía transmutadora de la tierra y de la humanidad. Para llegar a ser un
agente de esta especie, Hitler se hizo naturista y era casto. Por ello debemos
pensar que las relaciones con Eva Braun fueron como las de Jesús con Magdalena,
en la leyenda crística, como las del alquimista con su soror mística, o las de
un guerrero cátaro con su amaxia uxor, su Esposa Espiritual. La presencia de la
mujer, de su energía telepática, comunicante (como, a la inversa, lo es la del
rey con la reina de las termitas), las tensiones que despierta, son necesarias
para un mago tántrico, para un vehículo de esta clase.
Mas, de seguro, la Esposa
Mística de Hitler no fue Eva Braun, sino otra. Así como la primera compañera de
Adán tampoco fue Eva, sino la misteriosa Lilith, o Haisha, Ayesha, la Mujer
Interior, la que aún no ha salido, o la que ha vuelto, o la que estado siempre
afuera. Eva es aquella presencia extraña,
concomitante, que
apareció subrepticiamente, de
improviso, como un 'ladrón en la noche' y se apropió del Rostro de la
Predestinada. Es muy posible que aquí se encuentre la prueba decisiva para el
iniciado. Su derrota sería, entonces la traición a Lilith-Ayesha, a la
muerta-desaparecida, aceptando a Eva, la furtiva, la de carne y huesos corruptibles
y que toma el lugar de la Esposa Mística. Se conoce que Napoleón es dejado por
los astros cuando abandona a Josefina y Jasón cuando es infiel a Medea. En
algún registro del Universo hay señalada una sola Esposa Espiritual para cada
héroe, para cada mago. Y el que la abandona, será a su vez abandonado.
Al comienzo de la guerra, el
Maestro nos dijo: 'He visto a los ejércitos de Hitler invadir Inglaterra.
Llegaban hasta el palacio real y hacían prisionero al rey.' Esto permanecía entonces
escrito en la Memoria Akhasica, en su no tiempo, en el Círculo del Eterno
Retorno. Pudo ser, debió ser. Estaba permitido. ¿Por qué no sucedió? Hoy
sabemos que Hitler impidió a sus generales avanzar hasta Dunkerque, arribando
antes que las tropas inglesas en retirada, cercándolas y destruyéndolas. La
guerra habría terminado, los ingleses estaban inermes en las islas. ¿Quién
convenció a Hitler, quién se lo impidió? Skozerny refiere, en su libro 'La
Guerra Desconocida', la traición del Almirante Canaris. André Brissaud, en su
obra sobre este almirante. Jefe del Contraespionaje de las Fuerzas Armadas
alemanas, relata su doble trabajo a través del hijo de Haushofer, quien influía
en Hitler a través de su discípulo Rudolf Hess, convenciéndole de no invadir
Inglaterra.
El argumento se apoyaría en
la leyenda hiperbórea: Inglaterra era aria, un resto del continente hiperbóreo,
tierra de Merlín, del Gral, de los caballeros de la Mesa Redonda, la Engeland
de Meyrink y de Jonh Dee el alquimista, la 'Tierra de los Angeles', de los
Tuathas de Dannan, la Tierra de los Muertos de la Sacra Tule.
Hecatae de Abdera, 400 años
antes de nuestra época, ser refiere a las Islas Británicas como Hiperbórea y a
Stonehenge como el 'templo redondo dedicado a Apolo, quien visitaba Hiperbórea
cada diecinueve años, cuando las estrellas completaban su revolución'.
Inglaterra sería la potencia marítima de la raza blanca y Alemania la potencia
terrestre. Hitler envía al iniciado Rudolf Hess a establecer el Pacto Sagrado
con los restos de Hiperbórea.
Existen ya pruebas de todo
esto.
(...)
M.S.
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